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¡Qué molesto resulta el goteo de una llave a la hora de querer conciliar el sueño! O el “tic-tac” de un reloj o los pasos desvelados del vecino que vive en el piso de arriba. A una situación similar se enfrenta la señorita Julia, persona alegre, responsable y con una vida tranquila, sin sobresaltos, quien “aún conservaba una tez fresca y aquella tranquila y dulce mirada que le daba un aspecto de infinita bondad”. Unos ruidos extraños cuyo origen no puede descubrir, no la han dejado dormir desde hace un mes. Esto comienza a mermar en todos los ámbitos de su vida de una manera inimaginable.

Como es usual en la narrativa de Amparo Dávila, en esta historia a la que da lectura Margarita Castillo, el horror asalta de manera paulatina, inesperada y realista, pues al generarse en torno a sucesos totalmente cotidianos y posibles, con personajes aparentemente ordinarios y alejados de la fantasía, el lector puede experimentar una sensación de terrible cercanía. 




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